viernes, 23 de enero de 2009

Elda

Conocí a Elda cuando yo tenía 15 años. Ella tenía 13. Era la niña mas hermosa de la espantosa secundaria 51. Tenía el cabello chino, una mirada tierna y la sonrisa mas noble y sincera en una adolescente. Así me gusta recordarla. La conocí en la parada del camión (ahora extinta por la presencia del metrobús), me la presentaron y yo no tuve palabras para platicar. Y no lo hice. Poco a poco me fuí quitando la pena y platicaba cada vez mas con ella. Un 30 de abril "le llegué". Dijo que no. Sin embargo, no dejamos de platicar, no dejamos de frecuentarnos en el receso, yo no dejaba de salirme del salón para verla. Un 28 de mayo finalmente dijo que sí, pero en secreto pues no tenía permiso de sus papás. Fué el secreto más próspero que he vivido. Con el tiempo, el secreto dejó de serlo. Pasaron muchas cosas, miles de momentos, miles de sonrisas. Fueron poco más de 3 años.


Años después, la suma de nuestros errores (propios de la edad, supongo) nos fueron separando. Fué un final feo. Eso no me gusta recordarlo, pero es donde se nutre la experiencia y el aprendizaje. No nos vemos desde hace 9 años.


Estoy en la Universidad otra vez. No es la primera vez que lo hago, estoy leyendo su tesis de licenciatura. Trato de reconstruir su imagen, su voz y su pensamiento, trato de imaginar qué pasó y cómo cambió en todos estos años. Yo estoy escribiendo mi tesis de la primera carrera, al mismo tiempo trato de visualizar cómo cambié yo. Dicen que cuando alguien se ausenta por un periodo prolongado de tiempo, lo que molesta no es lo que cambia, si no lo que no. ¿Cómo estás Elda?

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